domingo, 11 de marzo de 2012

Italia (Minirelato)


La noche ya bañaba toda Italia.

Dos menos cuarto de la mañana. Calles vacías, solo quedaban los típicos vagabundos y borrachos que nunca duermen.

Caminé decisiva en busca de comida.

- Señora - dice alguien a mi espalda y rápidamente me giré.

- Dígame, señor Demetrio - exigí saber mientras clavé mis ojos color púrpura en él. Su rostro pálido me daba la bienvenida con una gran sonrisa dejando ver sus perfectos dientes blancos.

- La están esperando en la Fontana de Trevi - me explicó con cierta aura de temor hacia mi persona.

- Gracias - le dije de forma mordaz, pues sabía que en el fondo jamás se lo agradecería.
- Buenas noches, señora Ariadna - se despidió con una leve inclinación y segundos después le vi desaparecer entre la sombras de los tejados, apreciable para mis ojos pero no para los de los simples humanos.

Me dirigí hacia la Fontana atravesando el centro, aquí había más gente y eso dificultaba mi paso, sus ojos curiosos me miraban estupefactos, quizá por mi belleza o simplemente por ese aura de depredador que me envuelve.

Segundos más tarde localicé la maravillosa Fontana, toda ella envuelta en luces, parecía algo mágico, algo fuera de este mundo, y en ella, una figura de amplia complexión me esperaba.

- Buenas noches, señora - me saludó educadamente nada más llegar.

- Buenas noches, Aquerofonte - le respondí mientras en su rostro apareció una especie de sonrisa tras escuchar su nombre de mis labios.

Él era nada más y nada menos que de la realeza, el alfa de los de mi especie, jamás había confiado en él y menos ahora, cuando se podía anticipar una guerra contra los licántropos.

-¿Qué quería de mí? - pregunté sin muchos rodeos a la vez que desviaba la mirada hacia un lado.

- Me imagino que sabrás que se avecina… - asiento con la cabeza.- El pacto en el que creen los licántropos no se firmara, esta misma noche comenzaremos la guerra, una sola muerte…- la sonrisa que recorrió su horrible rostro era de esas escalofriantes, parecía seguro de su triunfo.

- No formaré parte de esta locura - dije mientras me daba la vuelta dispuesta a marcharme.

- No lo creo…- al segundo siguiente una docena de sus mejores sirvientes se presentaron ante nosotros.

¿De dónde habían salido?

- Majestad, aquí está - dijo el más cercano a nosotros.

Un hombre salió de detrás de este, su pelo color chocolate y sus ojos color ocre… ¡No puede ser! Le habían dado una buena paliza, apenas podría levantar la cabeza.

- Ángelo… - susurré con una supuesta calma que no sentía, y este tras escucharme hizo el enorme esfuerzo levantar la cabeza.

- Ariadna…

- Veo que ya os conocéis - nos dijo Aquerofonte mirando primero a uno y luego al otro.
Claro que conocía a Ángelo, él fue quien me salvó cuando estaba en el bosque medio moribunda.

- Nuestro querido Ángelo aquí presente es un traidor, nos engañó a todos aliándose con el enemigo…

Sabía que era cierto solo con echar un vistazo por la mente de Ángelo, pero lo único que había hecho era intentar evitar esta absurda guerra.

- Y ahora para su disfrute y por supuesto para nuestra alimentación…

No tardé ni un segundo en saber lo que tenía que hacer si quería evitar su muerte.

Me abalancé sobre el sirviente más cercano y le desgarré la garganta sin contemplación ninguna, brotando ahora de ella una gran cantidad de sangre que no tardo en empapar mis manos.

Con sólo echar una mirada a Ángelo, y encontrándose como se encontraba, me acompañó en mi masacre.

Tras acabar con todos los allí presenten un silencio sepulcral llenó la plaza.

- Hora de irnos - dije nada más pasar por su lado mientras le agarraba del brazo.

Nos fuimos alejando, dejando a nuestro paso cuerpos sin vida entre los que se encontraba Aquerofonte… Él se lo había buscado.

Ahora tocaba hacer frente a ese infierno que había desatado, del cual no sabría si sobreviviría…





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