Buenas tardes soñadores,
Hoy os traigo una nueva reseña y os invito a viajar conmigo hacia las antípodas ¿que de qué estoy hablando? Bueno, pues coged la maleta que nos vamos de viaje y lo hacemos con Carmen Sereno.
Nadie muere en Wellington es lo último publicado por la autora Carmen Sereno que salió el pasado 11 de marzo bajo el sello Chic, y que podéis encontrar en todas las plataformas digitales. Es una nueva novela romántica con toques dramáticos, pero con una ambientación espectacular.
Su historia en general sucede en el pasado, allá por 1999 y con el efecto 2000 pisándonos los talones. Emma nuestra protagonista será quien nos haga hacer la maletas en búsqueda de un respiro, y es que su trabajo como forense ya no le llena y tras el fallecimiento de su último pariente vivo, romperá con todo lo que conocía para embarcarse en una auténtica aventura, descubrirse así misma, al otro lado del mundo ¿y qué puede salir mal? Creo que esa es una de las preguntas que nos haremos como lectores mientras la acompañamos hasta Wellington, Nueva Zelanda. Los comienzos nunca son fáciles pero aún así Emma tendrá mucha suerte tras encontrar una pequeña cafetería en donde su propietario, David, la contratará como camarera a pesar de sus dudas. David es un hombre huraño, poco comunicativo y con un pasado que intenta ocultar bajo grandes losas. El misterio sobre este personaje esta servido, aunque su autora nos irá dando pistas de lo que se esconde detrás.
La historia irá avanzando y nosotros con ambos personajes descubriendo la isla, pues la autora nos irá describiendo cada una de las escenas como si fuéramos nosotros los que estaban allí mismo, e incluso podréis ver que no ha dudado en hacernos incluso participes de palabras o expresiones típicas, poniéndonos aun más en situación. Y es que la belleza de Nueva Zelanda queda descrita página tras página.
Aunque durante la trama también tendremos esos famosos tiras y aflojas por parte de nuestro protagonistas principales, aunque en ocasiones estos se harán un poco repetitivos, sin ofrecernos nada nuevo, más que dos personas intentando ceder y sin llegar a ningún punto de entendimiento. Tengo que decir que David, me ha resultado demasiado veleta, es decir, si Emma ya se encontraba confundida con sus idas y venidas, en mi caso era aún más, al ver que el pasado tenía tan encadenado a David que no sacaba el valor para decirle lo que siente y Emma tampoco se hacia valer como para decirle lo que ella estaba sintiendo. Un drama en toda regla.
Menos mal que a veces los personajes secundarios tienen una gran importancia y para mi en este caso ha sido sin ninguna duda el moarí Kauri, quien parece entender más a los dos de los que ellos mismos lo hacen. De todos los personajes quizás este ha sido mi favorito y del que sin ninguna duda estaría encantada de conocer más, tanto de él como de su cultura.
¿Y que esperar de su desenlace? Previsible, pero eso sí, con fuerza. Era lo que estaba esperando saber, todo sobre David, el por qué de como es y la verdad es que la autora no se ha andado por las ramas, nos ha ofrecido un David con cicatrices pero con muchas ganas de curarlas. Quizás lo único que no terminó de encajarme fue su epílogo, creo que no hacia falta más para poner el boche de fin.
En sí la novela, Nadie muere en Wellington ha sido una historia llena de altibajos que en ocasiones me ha costado un poco seguirle el ritmo a los personajes, porque no terminaba de conectar con ellos, pero que tiene una potente parte de ambientación que ha sido genial para viajar hasta las antípodas sin salir de casa.