Hoy para volver a retomar el blog tras mi desaparición, si es que los trabajos finales me tienen hasta arriba, así que quitándome ya alguno de encima espero esta semana volver a estar con todos vosotros, os ofrezco la primera parte de un relato que tiene sus añitos. Gracias por la paciencia y seguir por aquí.
Demasiado tiempo sin escuchar otra cosa que no fuera sobre la
vida aquí, en la Atlántida, demasiados años tras la desaparición de la tierra
como la conocían los ancestros, demasiado tiempo sin saber a que huele la
hierba, el aire, el sonido de los pájaros… Demasiadas cosas pérdidas tras la fatídica noche en lo que
todo se descontroló.
Mi nombre es Erín, y como habéis podido deducir vivo en la
Atlántida, sí, la famosa ciudad perdida, pero no la que aparecía en los libros
de los terrícolas, no, esa era solo un mito y esta era real.
Hace ya años que se perdió la Tierra, ese famoso planeta azul
de los que hablan los mayores, dejó de existir en el mismo día que el ser
humano decidió acabar con todo.
Ahora mismo no había ni un trozo de tierra en todo el maldito
planeta, sólo había agua y pequeños ecosistemas como este, creados a partir de
una cúpula resistente a las presiones del agua y al propio agua, aunque algunas
veces había fugas provocadas por los nuevos seres que estaban mutando, los
animales marinos como los conocía mi abuela ya no existían, el mundo había
cambiado y con ello todo, pero personalmente aún guardaba una pequeña esperanza
de que algún día encontraríamos un trozo de tierra que nos permitirá
instalarnos allí.
La Atlántida tenía cuanto deseáramos, colegios, trabajos,
centros comerciales, todo lo más similar a lo que una vez se dejo en la
superficie, e incluso la sociedad sigue donde la dejamos, diferentes clases
sociales, pobre y ricos, gente indigente, y un sin fin de barbaries más. Era
ahí cuando te dabas cuenta que realmente el mundo no había cambiado tanto, eso
era lo que diría mi abuela.
Hoy comenzaba un nuevo día, aunque para mi seguía siendo el
mismo, seguía trabajando en una simple hamburguesería, ganando una miseria y
sin siquiera poder pagar los gastos que suponía un habitáculo, porque el tener
un piso en la sociedad en la que vivíamos, era solo para los ricos o los
pudientes, y sin pertenecer a una familia adinerada, era lo único que me podía
permitir.
Antes vivía con mi abuela, pero la mujer falleció hará ya dos
años, tras un ataque al corazón y para mi pesar poco se pudo hacer por ella.
Del resto de mi familia había que decir que solo conservaba las fotos que me
dio ella, por lo demás estaba sola en este mundo, o mejor dicho en esta cúpula.
No tardé en salir de
la cama e ir directa a la ducha, otro habitáculo pegado al de la habitación donde
tenía una cama, una televisión pegada a la pared y una mesa junto a un
frigorífico, ni siquiera me podía permitir una ventana, por lo que la mayoría de
las veces solía ir a oscuras con el fin de no gastar más de lo que me podía
permitir. El baño era igual de casto, una ducha con su plato, un váter y el
lavabo junto con el espejo, en el cual procuraba no mirarme, mi aspecto era
algo que me daba realmente igual, sabía que mi pelo era negro y mis ojos negros
moteados, ¿Qué más se necesitaba saber?
CONTINUARÁ...
¡Me encanta como escribes y la historia! Sube pronto la continuación*-*
ResponderEliminar¡Un beso y felices lecturas!