Tras el intenso día de ayer, al final puedo subir lo prometido, la segunda parte de este relato.
Me duché rápidamente, dejando secar mi pelo de manera natural
y tras salir me coloqué mi uniforme en tonos naranjas, que reposaba en una de
las sillas del habitáculo. Después de ello no tardé en precipitarme fuera de la
“casa” y bajar por las escaleras del edificio, algo putrefactas, al haberlas
hecho de madera, un pequeño fallo de nuestros “súper” científicos.
Salí a la calle, y la realidad me dio de golpe como cada
mañana, siempre era lo mismo, el mismo paisaje, la misma gente… Tenía que decir
que vivía en un barrio bastante malo y con bajo poder económico, donde la gente
que no tenía un techo donde dormir tenían que hacerlo en la calle y ni que decir de la comida, que
tenían que buscar en los cubos de basura para poder sobrevivir un día más. Era
un barrio algo tenebroso donde hacía años que no pasaba un equipo de limpieza y
los pocos edificios que había, estaban en ruinas, pero eso sí, baratos.
Desde que el Estado creó a los Guardias de la Noche, unos
policías avanzados en materia de armas tecnológicas y con poco diálogo, habían
sido retirados todos los mendigos e indigentes a los barrios más marginales o
de menor nivel económico, dejando las calles del centro de la ciudad y los
barrios más modernos y ricos limpios de la calaña, cumpliendo así con el
eslogan de la ciudad “Trabajamos para un
mundo mejor”, ¿Pero hasta que punto?
Tardé más de dos horas en llegar al trabajo, quedaba casi al
otro de la ciudad y como tampoco me daba el dinero para ir en transbordador, el
único transporte en el cual cabía más gente del que uno podría esperar, tenía
que ir andando y por ello levantarme cuando el sol acuático apenas había
despuntando, pero me venía bien, me gustaba andar y ver cosas en las que antes
no me había fijado.
En cuanto estaba llegando a los barrios de clase media, el bullicio
de la gente se comenzó a oír, los niños berreaban al no querer ir a clases, los
padres corrían ya subidos en sus coches y los demás, que íbamos andando nos íbamos
empujando, con el único fin de llegar antes a nuestros respectivos trabajos.
Me paré justo enfrente de un kiosco virtual donde se ofrecía
la información de hoy:
Cierto, se me había olvidado el día que era hoy, jóvenes nuevos serían seleccionados, una noticia de la cual estarían todos atentos a lo que sucedía a lo largo del día, era un acontecimiento que sucedía cada cuatro años, que consistía en reclutar nuevos chicos y chicas para misiones futuras fuera de la cúpula y descubrir nuevos mundos, o eso es para lo que decían que servían, pero últimamente había muchas cosas del estado que no se decían o mejor dicho, no se quería que se supiera.
Cuando llegué al trabajo mi jefe me miró con cara de pocos
amigos, para él nunca era demasiado pronto para abrir y eso que una simple
hamburguesería: varias mesas, sillas, un mostrador y la cocina. Todo ello
decorado con tonos submarinos desde el azul cielo hasta el azul transparente.
-Buenos días - dije pasando por su lado para dirigirme detrás
del mostrador.
-¿Has visto la cola que hay? – preguntó de malas maneras situándose
enfrente mía.
-No sé como repetirte que vivo lejos de aquí, y me levanto lo
más pronto posible para cumplir con este trabajo.
-Pues mañana más pronto jovencita.
El jefe era un hombre de mediana edad que se creía el amo y
dueño de todo cuanto tenía y sobretodo contrataba, por lo que a veces se
olvidaba de que éramos humanos.
-Buenos días, Erín - me saludó Jamie, un chico rubio de ojos
azules, quien me ayudaba con los pedidos y a veces con la caja cuando había
demasiada gente.
-Buenos días - le contesté devolviéndole el saludo.
Y así, comenzó un día duro de trabajo, a diferencia de otros
días la gente solo hablaba de una cosa, los seleccionados. Por lo que se oía ya
habían sido llamados a presentarse mañana al edificio del parlamento donde
comenzaría su instrucción.
-¿Tu no albergas la esperanza de que te llamen? – me
sorprendió preguntando Jamie.
¿Será seleccionada? Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario