lunes, 6 de junio de 2016

La Atlántida #2

Buenos días, soñadores

Tras el intenso día de ayer, al final puedo subir lo prometido, la segunda parte de este relato.




Me duché rápidamente, dejando secar mi pelo de manera natural y tras salir me coloqué mi uniforme en tonos naranjas, que reposaba en una de las sillas del habitáculo. Después de ello no tardé en precipitarme fuera de la “casa” y bajar por las escaleras del edificio, algo putrefactas, al haberlas hecho de madera, un pequeño fallo de nuestros “súper” científicos.

Salí a la calle, y la realidad me dio de golpe como cada mañana, siempre era lo mismo, el mismo paisaje, la misma gente… Tenía que decir que vivía en un barrio bastante malo y con bajo poder económico, donde la gente que no tenía un techo donde dormir tenían que hacerlo  en la calle y ni que decir de la comida, que tenían que buscar en los cubos de basura para poder sobrevivir un día más. Era un barrio algo tenebroso donde hacía años que no pasaba un equipo de limpieza y los pocos edificios que había, estaban en ruinas, pero eso sí, baratos.

Desde que el Estado creó a los Guardias de la Noche, unos policías avanzados en materia de armas tecnológicas y con poco diálogo, habían sido retirados todos los mendigos e indigentes a los barrios más marginales o de menor nivel económico, dejando las calles del centro de la ciudad y los barrios más modernos y ricos limpios de la calaña, cumpliendo así con el eslogan de la ciudad “Trabajamos para un mundo mejor”, ¿Pero hasta que punto?

Tardé más de dos horas en llegar al trabajo, quedaba casi al otro de la ciudad y como tampoco me daba el dinero para ir en transbordador, el único transporte en el cual cabía más gente del que uno podría esperar, tenía que ir andando y por ello levantarme cuando el sol acuático apenas había despuntando, pero me venía bien, me gustaba andar y ver cosas en las que antes no me había fijado.

En cuanto estaba llegando a los barrios de clase media, el bullicio de la gente se comenzó a oír, los niños berreaban al no querer ir a clases, los padres corrían ya subidos en sus coches y los demás, que íbamos andando nos íbamos empujando, con el único fin de llegar antes a nuestros respectivos trabajos.

Me paré justo enfrente de un kiosco virtual donde se ofrecía la información de hoy:





Cierto, se me había olvidado el día que era hoy, jóvenes nuevos serían seleccionados, una noticia de la cual estarían todos atentos a lo que sucedía a lo largo del día, era un acontecimiento que sucedía cada cuatro años, que consistía en reclutar nuevos chicos y chicas para misiones futuras fuera de la cúpula y descubrir nuevos mundos, o eso es para lo que decían que servían, pero últimamente había muchas cosas del estado que no se decían o mejor dicho, no se quería que se supiera.

Eché un último vistazo al resto de noticias pero todos hablaban de lo mismo, seguramente mañana cuando pasara, sabría quienes habían sido los elegidos.


Cuando llegué al trabajo mi jefe me miró con cara de pocos amigos, para él nunca era demasiado pronto para abrir y eso que una simple hamburguesería: varias mesas, sillas, un mostrador y la cocina. Todo ello decorado con tonos submarinos desde el azul cielo hasta el azul transparente.

-Buenos días - dije pasando por su lado para dirigirme detrás del mostrador.

-¿Has visto la cola que hay? – preguntó de malas maneras situándose enfrente mía.

-No sé como repetirte que vivo lejos de aquí, y me levanto lo más pronto posible para cumplir con este trabajo.

-Pues mañana más pronto jovencita.

El jefe era un hombre de mediana edad que se creía el amo y dueño de todo cuanto tenía y sobretodo contrataba, por lo que a veces se olvidaba de que éramos humanos. 

-Buenos días, Erín - me saludó Jamie, un chico rubio de ojos azules, quien me ayudaba con los pedidos y a veces con la caja cuando había demasiada gente.

-Buenos días - le contesté devolviéndole el saludo.

Y así, comenzó un día duro de trabajo, a diferencia de otros días la gente solo hablaba de una cosa, los seleccionados. Por lo que se oía ya habían sido llamados a presentarse mañana al edificio del parlamento donde comenzaría su instrucción.

-¿Tu no albergas la esperanza de que te llamen? – me sorprendió preguntando Jamie.

-¿A mí? – le miré sin entender que quería decir.



¿Será seleccionada? Continuará... 


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